martes, 24 de marzo de 2015

Los túmulos 1 y 2 del sitio arqueológico AZ-67: Implicancias de un patrón arquitectónico en la organización socioeconómica de las poblaciones formativas de la costa y valles de Arica (1000 a.C.- 200 d.C.)


Resumen

El propósito de este trabajo está enfocado en analizar integralmente los túmulos 1 y 2 del sitio arqueológico AZ-67 en el valle de Azapa, considerando atributos como visibilidad, conformación estructural de ambos montículos y evidencias culturales obtenidas a través de una metodología de excavación en terreno. Asimismo, se le otorga un mayor énfasis a la interpretación de datos estructurales, con objetivo de aproximarnos a las variables que inciden en el proceso constructivo de ambos túmulos. Teóricamente, los datos son abordados en función de la capacidad que tienen las estructuras arquitectónicas para dar cuenta de la inversión específica de trabajo mancomunado, tanto en las formas de aprovisionamiento de las materias primas, como en el proceso constructivo de estas estructuras, considerando categorías como monumentalidad y territorialización del espacio, a través de la alteración del medio natural.

Introducción

A partir del objetivo general del proyecto FONDECYT 1085106, el objetivo general de este trabajo es analizar integralmente los túmulos 1 y 2 del sitio arqueológico AZ-67, considerando atributos como visibilidad, conformación estructural de ambos montículos y evidencias culturales. Del mismo modo, se le otorga un mayor énfasis a la interpretación de datos estructurales, a modo de aproximarnos a las variables socioeconómicas que inciden en el proceso constructivo de estos montículos.

Este objetivo que pretendemos alcanzar, adquiere relevancia puesto a que son pocos los trabajos que abordan temas relacionados con la construcción y procesos de formación de este tipo de sitios (Muñoz 1980 y 1987; Romero et al. 2004). Es importante estudiarlos ya que la naturaleza del proceso constructivo de los túmulos y la importancia simbólica de estas estructuras, constituyen un fenómeno que puede ser considerado a través la monumentalidad, en términos de mantener una memoria histórica común, generada a través de una identidad con el territorio y los antepasados.

En cuanto a la funcionalidad de los túmulos, las primeras investigaciones vinculan a estas estructuras una funcionalidad funeraria y ceremonial (Focacci y Erices 1972-73; Rivera 1976, Muñoz 1980). En la actualidad las interpretaciones han variado, y las investigaciones han abordado temáticas que incorporan algunos conceptos de la arqueología del paisaje, uso del espacio y procesos de formación de sitio (Romero et al. 2004; Ledezma 2010; Muñoz y Zalaquett 2011).

El proceso de recolección de datos se llevó a cabo en dos fases. Una primera etapa corresponde a las labores realizadas en terreno, las cuales contemplaron entre otros pasos una descripción y análisis espacial del sitio, excavación y exposición de perfiles, y dibujos de planta y estratigrafía. En segunda instancia se llevó a cabo un análisis e identificación de los materiales y rasgos arqueológicos registrados, los que correspondían generalmente a restos de plantas silvestres y domésticas, fragmentos de esteras y cestería, y contextos funerarios.

Antecedentes

A partir de la discusión que se ha generado sobre el origen y desarrollo del proceso Formativo en Arica y sus valles, los túmulos funerarios han sido tomados como indicadores de la culminación de un proceso social complejo, el que fue catalizado desde sus inicios por poblaciones pre-Tiwanaku, provenientes desde el área circumlacustre (Núñez 1972 y 1989; Rivera et al. 1974; Rivera 1985;  Muñoz 1980 y 1989; Santoro 1980).

Desde otra perspectiva, y tomando como referencia datos e investigaciones actuales, han surgido investigaciones que afirman que las poblaciones locales habrían jugado un rol protagónico en cuanto a los cambios que habrían generado un modo de vida orientado en la producción de alimentos, sin dejar de lado los recursos de subsistencia que se obtenían por medio de la caza, pesca y recolección de especies propias del litoral (Gordillo 1997; Santoro 2000; Muñoz 2004 y 2011; Núñez y Santoro 2011). Esta propuesta ha sido apoyada por estudios de carácter bioantropológico, estableciéndose que la llegada de poblaciones de origen altiplánico se produjo de forma paulatina y no de forma tan abultada como se creía (Rothhammer y Santoro 2001).

Desde el punto de vista cronológico, se definieron dos fases para caracterizar el proceso Formativo local. La primera fue denominada como Fase Azapa (1400-600 a.C.), cuyos sitios representativos son AZ-14 y AZ-71. En esta fase aparecen nuevas tecnologías como la cerámica y la metalurgia, y la decoración de los textiles y la cerámica consisten en la representación de motivos geométricos, resaltando el color negro en la cestería. En cuanto a la economía, aparecen nuevos productos agrícolas como el maíz, camote, papas y ají (Santoro 1980b). El hallazgo de estos contextos sugiere la idea que el valle de Azapa estaba siendo habitado por poblaciones de pescadores, las que habrían alcanzado, algunas líneas productivas en el ámbito agrícola (Muñoz 1989).

Una segunda etapa en el desarrollo de este proceso, es la Fase Alto Ramírez (500 a.C.- 200 d.C.). En ella se han hallado una variedad de cultivos como el maíz, calabaza, achira y mandioca, junto a herramientas de labranza como palas o chuzos, lo que sugiere cierto dominio sobre el plano económico y productivo (Rivera 1987:8; Muñoz 1989). Al respecto, Rivera (2002) señala que la introducción de tecnologías agrícolas y el manejo de ganado de camélidos, habrían permitido el crecimiento demográfico de la población y cierto grado de especialización  tanto en lo económico como en el plano de producción artesanal.

Dentro de las manifestaciones relacionadas con el culto a los muertos, en esta fase se hace evidente la incorporación de nuevas formas de entierro, entre las que destacan las inhumaciones depositadas bajo camadas sucesivas de fibra vegetal separadas por un relleno de material árido, conformando en su totalidad lostúmulos funerarios (Muñoz 1980 y 1987; Muñoz y Gutiérrez 2011). Por lo general, los túmulos se encuentran en las laderas Norte y Sur que recorren el valle de Azapa, y son asociados a espacios geográficos cercanos a recursos de agua y humedales (Ledezma 2009). Según Muñoz y Zalaquett (2011), la construcción de los montículos implica un reordenamiento del espacio ocupado en los sectores bajos de los valles costeros, constituyéndose entre otros aspectos, en demarcadores territoriales y transformando las relaciones sociales de producción y propiedad de las comunidades que habitaron este valle.

Monumentalidad y Construcción del Paisaje

En este caso, nuestro problema surge por explicar el contexto de construcción de los túmulos de AZ-67, relacionando formas arquitectónicas con formaciones sociales y manejos del espacio, como los mecanismos que permiten convertir estas estructuras en monumento a través de la alteración del paisaje (Criado 1992).

A partir de los antecedentes que se han utilizado para definir las características sociales de quienes participaron del proceso Formativo, podemos plantear que los grupos que construyeron los túmulos son formaciones sociales de carácter aldeana con una estructura comunitaria, lo que implica que los procesos sociales que permiten la adquisición de bienes consumibles y artefactos manufacturados se logra a través de una organización basada en la productividad económica y una distribución del trabajo a partir de la aparición de roles y especialistas (Lumbreras 1974 y 1981; Núñez 1989; Muñoz 1989).

Este proceso de cambio gradual que existe entre una formación social de cazadores recolectores y una sociedad de base productiva, viene acompañado de cambios profundos en relación al concepto de propiedad, desde el momento en que se puede establecer una capacidad social de disponer sobre los medios naturales de producción (Bate 1998a:93). Por lo tanto, se puede establecer un fuerte lazo de territorialidad, considerando que se busca establecer una protección sobre la propiedad comunal, a partir de los recursos y condiciones que presentan ciertos segmentos territoriales como en el caso del valle de Azapa y sus vertientes.

Estas valoraciones permitirían plantear la existencia de una arquitectura monumental en relación a los túmulos funerarios, cuya multifuncionalidad se percibe como una estructura capaz de perdurar en el espacio y tiempo, regulando culturalmente los hechos sociales y determinando la experiencia del observador de forma intencional (Criado 1991).

En este sentido es importante volver a mencionar el valor rememorativo que presentan los monumentos, puesto a que una estructura perdurable en el tiempo es la mejor forma de mantener una cohesión social y una identidad firmemente ligada a un territorio. Este proceso se puede observar constantemente en las reivindicaciones indígenas actuales, quienes en algunos casos específicos, reclaman su derecho territorial a través de una memoria histórica ligada a sus ancestros (Ayala 2007).

Cuando los ancestros se convierten en elemento definitorio del concepto de propiedad, el monumento funerario añade a su sentido de acumulador de la memoria, el papel de legitimador del territorio (Gil 2003). Por lo tanto, este principio legitimador se fundamenta sobre la idea de que cada grupo tiene su espacio, establecido por los ancestros y reclamado por sus descendientes en términos de status y propiedad de la tierra. Vale decir, que el espacio requiere de un reconocimiento cuyo fundamento se basa en la apelación de una memoria histórica y cultural común, que es demostrada a partir de la acestralidad, y por tanto, a través de la monumentalización de la muerte (Gil 2003).

Sistemas Constructivos y Arquitectura del Sitio

El sitio arqueológico AZ-67 fue registrado en la literatura arqueológica por Percy Dauelsberg en el contexto de una prospección realizada en el valle de Azapa, el año 1959. Este autor, describe al sitio como un complejo de túmulos ubicado en los faldeos del sector Cerro Moreno (ladera norte), ubicado a 14 kilómetros de la costa de Arica.

Las coordenadas UTM relacionadas con la ubicación del sitio son 378479 E 7951054 N (Datum WGS84)[3], y en el área de emplazamiento del sitio arqueológico se hallan una cantidad de seis túmulos, de los cuales dos fueron excavados durante el ciclo de excavación (Figura 1).




A) Túmulo-1

En relación al análisis que se pueda desprender de la estratigrafía y estructura del túmulo-1, se pueden distinguir los siguientes aspectos:

En primer lugar es importante remarcar la altura que presenta el montículo en relación al suelo, lo que sugiere en un principio, la utilización de materiales constructivos específicos y la aplicación de conocimientos técnicos orientados en la construcción de una estructura de 3m de altura por 18m de extensión Norte-Sur. Según el análisis de la estratigrafía, este proceso se puede explicar a partir de la aplicación de varias fases sucesivas en el tiempo, las que incluso pudieron tardar semanas o meses.

Ahora bien, según lo señalado por Muñoz y Gutiérrez (2011) este proceso se inicia con la preparación del terreno a construir y el aprovisionamiento de materiales para la confección de las camadas vegetales. En nuestro caso esta primera fase de construcción se puede documentar en la Figura 2, en donde se puede observar que las capas 13, 14 y 15 se distribuyen de forma horizontal, evidenciando que existe un proceso constructivo inicial que pudo consistir en la estabilización de la superficie a construir.

Un segundo paso en el proceso descrito por los autores es la preparación de camadas por medio de la interdigitación de ramas, hojas y tallos de especies silvestres en mayor parte y algunas variedades domésticas. Algunos indicadores de esta fase son las camadas 9, 10, 11 y 12, las que por su disposición en la estructura dan a entrever que fueron colocadas para otorgar elevación, mientras que se observa la disposición de mayores volúmenes de tierra para establecer una separación mayor entre las camadas, otorgando una forma convexa a la estructura.

Una tercera fase en la construcción del túmulo-1, tiene que ver con la utilización de maderos y piedras para estabilizar y homogeneizar la disposición de las capas en la estructura. Esta situación se puede observar a partir de las capas 7 y 8, pero se hace más notoria a partir de la capa 6 que fue colocada después de un relleno de material árido que medía alrededor de 50cm. Esta fase de estabilización y extensión de la estructura, es completada con la disposición de las camadas 4, 5 y 5a, que son las que se extienden por los perfiles Norte y Sur (Figura 3).



Una última fase en la construcción de este montículo puede observarse a través del análisis de las capas 1, 2 y 3 (Figura 2).  Estas capas fueron colocadas después de un relleno de material árido de 50 cm, permitiendo que las capas vegetales 1,2 y 3 adquirieran una forma convexa para conformar la superficie ovalada que caracteriza a los túmulos.




 B) Zona intermedia entre ambos montículos


Durante el año 2010 se efectuó una excavación en la zona intermedia entre ambos montículos, con el objetivo de demostrar si existía alguna posible interconexión entre ambas estructuras.

Ahora bien, tras el análisis que pueda realizarse en relación a la conformación estructural de este segmento, se puede observar como las capas 3, 4, 5, 5a y 6 del túmulo-1 culminan en esta zona (Figura 3), lo que nos permite plantear que este lugar conforma la zona periférica del túmulo-1. En dicha zona, se efectuaron los hallazgos materiales de una cestería decorada con motivos geométricos, restos óseos asociados al cráneo y tibia de una mujer y un turbante asociado a la transición Arcaico Tardío- Formativo Temprano.

Otro rasgo importante a destacar en la estratigrafía de este segmento, es la presencia de la capa 1A que fue puesta en ese lugar como parte de la construcción del túmulo-2 en el sitio, dejando entrever que  esta capa es una extensión de dicha estructura.



C) Túmulo-2

En relación a la conformación estructural del túmulo-2, la disposición de los perfiles y los rasgos arqueológicos permiten plantear que el proceso de construcción que se llevó a cabo es diferente en relación al proceso que describimos para el túmulo-1.

En primer lugar, se puede observar que en esta unidad también se puede plantear que hubo una preparación del terreno, de modo que la disposición de la capa 5 haya quedado de manera horizontal en relación al piso (Figura 4). Una vez terminada esta primera fase en la construcción del túmulo-2, se dispusieron las ofrendas y los cuerpos humanos, en donde destaca la disposición del cuerpo-2 sobre la capa 4 y debajo de la capa 1, confirmando el hecho de que este es un entierro de carácter primario. Otro punto que llama la atención es la homogeneidad y distribución relativamente horizontal de las capas 3 y 4, lo que permite establecer que son las capas de material árido, las que permiten otorgar una forma convexa a la estructura.

Por último, es posible plantear que existe una fase final en la construcción del túmulo-2, la que está representada por las capas 1 y 2 de la estructura, estas están dispuestas con una distancia aproximada de 10cm entre si y serían las encargadas de sellar las ofrendas y contextos funerarios depositados, además de otorgar cierto grado de altura a la construcción para que pueda ser visible.



Discusión y Comentarios Finales

Uno de los aspectos centrales de este trabajo, fue reconocer como se concretó la construcción de los túmulos 1 y 2 del sitio arqueológico AZ-67 en el valle de Azapa, con el propósito de explicar las variables socioeconómicas que permiten la cimentación de este tipo de estructuras. En este sentido, el trabajo de campo estuvo centrado en la obtención de datos a partir del análisis y descripción de los perfiles estratigráficos que quedaron expuestos tras excavar el sitio. Por otra parte, también se consideraron aspectos como visibilidad, diferencias y similitudes estructurales entre ambos montículos y registro del material excavado, a fin de generar una discusión enfocada en responder ¿por qué? y ¿para qué? se construyeron los túmulos ¿Cómo se construyeron el túmulo-1 y el túmulo-2? y ¿Cuál fue la importancia de los entierros humanos y ofrendas que se hallaron en estos monumentos de plantas y tierra?

Uno de los primeros análisis que se realizaron a partir de nuestras interrogantes, tuvo que ver con una aproximación orientada en definir y describir las características esenciales que conforma el entorno y geografía del sitio. En esta misma línea de análisis, los datos obtenidos fueron analizados bajo los lineamientos teóricos de la Arqueología del Paisaje, tomando en cuenta que el paisaje es una construcción socio-cultural, resultante de una acción social de carácter material y también imaginaria. Esto nos permitió establecer la existencia de un nivel de dominación del entorno, normada por una concepción de aprovechamiento económico del espacio.

Un segundo paso, consistió en la obtención de datos que nos permitieran establecer la naturaleza constructiva de los túmulos 1 y 2, y explicar de algún modo los procesos socioeconómicos relacionados con la producción de estos artefactos. Los resultados nos permiten plantear que este proceso es la culminación de varias fases de construcción, según el esquema propuesto por Muñoz y Gutiérrez (2011).

En el túmulo-1 logramos documentar este proceso a través de la disposición de dos camadas iniciales que permiten nivelar el suelo, la disposición de maderos para otorgar volumen y horizontalidad a la estructura y rellenos de material árido para separar, levantar o juntar camadas de fibra vegetal, según la forma deseada. En el túmulo-2 el proceso constructivo es naturalmente el mismo, existe una planificación en cuanto a la estructura deseada, una disposición de las ofrendas y una ejecución del diseño en dos fases constructivas que están documentadas a partir de las diferencias estéticas entre las capas inferiores y superiores.

En relación a la conformación de las capas que componían la estructura del túmulo, se puede observar la utilización de plantas de carácter silvestre en su composición, y la inclusión de algunas especies vegetales comestibles, las que se encontraron en una menor proporción. Las camadas se conforman a partir de la interdigitación de los componentes de las plantas (ramas, tallos, hojas, frutos y flores), conformando una estructura compacta que en algunos casos posee una mayor cantidad de ramas en los estratos superiores y hojas en los estratos inferiores. Según Ledezma (2010), estas plantas fueron recolectadas en los ecosistemas de vertientes que posee el valle, las que se encuentran en un radio de 2 a 3km de explotación.

A partir del análisis de los componentes constructivos de los túmulos y de los antecedentes que analizan en conjunto al proceso Formativo, podemos asumir que este proceso requirió de una organización socioeconómica definida por un modo de producción y una superestructura carácter aldeana, basada en la productividad económica y una distribución del trabajo a partir de la aparición de roles y especialistas (Lumbreras 1974 y 1981; Núñez 1989; Muñoz 1989), que se documenta a través del trabajo organizado en la construcción de los túmulos y a través de los artefactos encontrados.

Ahora bien, a partir de esta estructura y modo de producción que hemos señalado, podemos aproximarnos a responder el porqué de la construcción de estos montículos, entendiendo que esta es una forma de apropiación del territorio, a partir de la alteración del medio natural. Es un proceso que se logra desde el momento en que se puede establecer una capacidad social de disponer sobre los medios naturales de producción, llegándose a establecer mecanismos para la protección de los bienes de la propiedad comunal (Bate 1998a).

Uno de los indicadores que nos permite plantear un proceso de legitimación del territorio por medio de mecanismos materiales y simbólicos, es la disposición de entierros humanos y ofrendas en los túmulos. Planteamos esto porque en la actualidad es cada vez más frecuente que los procesos de etnogénesis y reivindicación indígena, estén enlazados fuertemente con un reconocimiento identitario, a partir de ancestros míticos comunes.

En esencia, hablar de monumentalidad en el ritual funerario es hablar de dinámicas y mecanismos de poder que parten desde un sustrato económico, medido en el costo de adquisición del túmulo y un sustrato social e ideológico que se manifiesta a través de mecanismos religiosos y tecnológicos.



El desarrollo de este trabajo y sus resultados, conforman un nuevo antecedente que nos permite confirmar que la construcción de los túmulos, es un proceso que requirió una inversión importante de trabajo, conocimientos tecnológicos y participación comunitaria. Este proceso involucra una serie de fases productivas que parten desde la recolección de los materiales, hasta la manufactura y construcción de los montículos, con la intención de lograr una apropiación del espacio y legitimación de un espacio construido, a partir de la monumentalización de la muerte.


Referencias Citadas

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COMO CITAR ESTE ARTÍCULO 
Godoy, P.
2014 Consideraciones en torno a la construcción de los túmulos 1 y 2 de AZ-67: Implicancias de un patrón arquitectónico en la organización socioeconómica de las poblaciones formativas de la costa y valles de Arica. En: Mil años de historia de los constructores de Túmulos de los valles desérticos de Arica: Paisaje, monumentos y memoria, Editado por Muñoz, I e S, Fernández, pp. 203-211. Ediciones Universidad de Tarapacá.  





[1] Este trabajo, tiene su origen a partir del proyecto FONDECYT 1085106, liderado por el arqueólogo DR. Iván Muñoz Ovalle, académico del Departamento de Antropología de la Universidad de Tarapacá.
[2]Arqueólogo, Universidad de Tarapacá (godoycorrea.p@gmail.com)
[3]Estas mediciones fueron tomadas por el sr. José Raúl Rocha, quien estuvo a cargo del levantamiento topográfico del área de estudio.

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